jueves, 15 de septiembre de 2011

Domingos con "La Niña"


Por durante casi 2 décadas, mi pequeña familia, conformada por mi mamá, mi hermana y yo, teníamos una rutina dominical maravillosa, consistía en ir a casa de "La Niña", mi Abuela materna, Josefa Moreno, quien era un ser que por amor, sazón y corazón podía medir alrededor de 10 metros de altura y pesar unas cuantas toneladas, sin embargo, medía metro y medio y pesaba algo así como 45 kg. Este pequeñito querubin, dicen que tenia un carácter "trancao", más conmigo era aquella abuelita consentidora, cariñosa y amorosa que cualquiera quisiera tener.

Esta rutina era la mejor manera de terminar la semana, ya que llegábamos a un lugar en donde Mi Niña nos brindaba todo el amor que podía y creo que mucho mas. Llegar a su casa era estar en un carrusel de actividades culinarias, cada domingo era un festival de sabores. Ese metro y medio que les describo, tenia la facultad de cocinar "olladas" de dulces de durazno, lechosa, higo, cabello de ángel, toronja y besos, cocadas, paledonias, cocinar arepas andinas y de harina, hacer hallacas, en fin, era una hormiguita que  nunca se detenia, porque al salir de la cocina, iba al lavadero a lavar cuanta ropa consiguiera o iba a su tabla improvisada de planchar y planchaba cargamentos de ropa.

Alguno que otro domingo mi labor, por alguna manera decirlo, ya que era de forma voluntaria, era sentarme frente al guacal de durazno, higo, sacos de cocos o lo que fuese y pelar, picar o cortar lo que fuese necesario, para luego obtener la mejor de las recompensas o pagas que pueda pedir, por lo menos en mi caso, un plato de "espaguete" (como le decía ella) con mantequilla y queso, pollo frito y un vaso de kolita. Aunque suene insignificante, este plato me acompañó por mucho tiempo, sin faltas y sin excepciones, ya que hubiese lo que hubiese en la cocina, mi plato era especial y siempre estaba presente. Aquellos domingos en los que por cualquier razón, yo no podía ir, ella me mandaba mi comidita y mi kolita, para que pudiera disfrutar de su amor como todos los domingos.

Puedo decir que para mí el crecer en un mundo donde la cocina es el mejor instrumento para demostrar cariño, transmitir amor, hacerte sentir seguro, en casa y ser parte de algo, no tiene comparación. No hay platos sencillos, no hay comidas insignificantes, no hace falta etiqueta o cocina gourmet, ya que lo que hay, lo que se entrega, lo que nos sirven en la mesa es algo mas que comida, es AMOR, es FAMILIA, es TODO.