Por durante casi 2 décadas, mi pequeña familia,
conformada por mi mamá, mi hermana y yo, teníamos una rutina dominical
maravillosa, consistía en ir a casa de "La Niña ", mi Abuela materna, Josefa Moreno, quien era un ser que por amor, sazón y corazón
podía medir alrededor de 10
metros de altura y pesar unas cuantas toneladas, sin
embargo, medía metro y medio y pesaba algo así como 45 kg . Este pequeñito
querubin, dicen que tenia un carácter "trancao", más conmigo era aquella abuelita consentidora, cariñosa y
amorosa que cualquiera quisiera tener.
Esta rutina era la mejor manera de terminar la
semana, ya que llegábamos a un lugar en donde Mi Niña nos brindaba todo
el amor que podía y creo que mucho mas. Llegar a su casa era estar en un
carrusel de actividades culinarias, cada domingo era un festival
de sabores. Ese metro y medio que les describo, tenia la facultad de cocinar
"olladas" de dulces de durazno, lechosa, higo, cabello de
ángel, toronja y besos, cocadas, paledonias, cocinar arepas andinas y de
harina, hacer hallacas, en fin, era una hormiguita que nunca se detenia, porque al salir de la
cocina, iba al lavadero a lavar cuanta ropa consiguiera o iba a su tabla
improvisada de planchar y planchaba cargamentos de ropa.
Alguno que otro domingo mi labor, por alguna manera
decirlo, ya que era de forma voluntaria, era sentarme frente al guacal de
durazno, higo, sacos de cocos o lo que fuese y pelar, picar o cortar lo que fuese
necesario, para luego obtener la mejor de las recompensas o pagas que pueda
pedir, por lo menos en mi caso, un plato de "espaguete" (como le
decía ella) con mantequilla y queso, pollo frito y un vaso de kolita. Aunque
suene insignificante, este plato me acompañó por mucho tiempo, sin faltas y sin
excepciones, ya que hubiese lo que hubiese en la cocina, mi plato era especial
y siempre estaba presente. Aquellos domingos en los que por cualquier razón,
yo no podía ir, ella me mandaba mi comidita y mi kolita, para que pudiera
disfrutar de su amor como todos los domingos.
Puedo decir que para mí el crecer en un mundo donde la cocina es el mejor
instrumento para demostrar cariño, transmitir amor, hacerte sentir seguro, en
casa y ser parte de algo, no tiene comparación. No hay platos sencillos,
no hay comidas insignificantes, no hace falta etiqueta o cocina gourmet, ya que
lo que hay, lo que se entrega, lo que nos sirven en la mesa es algo mas que
comida, es AMOR, es FAMILIA, es TODO.