sábado, 2 de marzo de 2013

SON 32


Un 2 de marzo de 1981, un lunes de carnaval, ya hace 32 años, con mucho apuro y sin dejar que mi mamá se quitara la ropa que tenía puesta al llegar a la clínica, nací yo. Ese día nació una niña gorda, con una gran cabellera negra y eso sí, con mucha hambre. Con hambre de comida, hambre de sabiduría y hambre de mundo.

Ese nacimiento trajo consigo alegría para mi familia y a lo largo de mi vida he intentado esa alegría se mantenga. Es la única manera posible en la cual puedo pagarles, lo impagable…  Mi felicidad  y amor por ellos.

Hoy, y hasta antes de despertar, he tenido la bendición de recibir mensajes por todos los medios sociales, mensajes de texto, llamadas y correos electrónicos de muchas personas. Algunas de ellas de personas que tengo años sin verlos, pero que manifiestan, de una forma u otra, sus más deseos sinceros de felicitación y sobretodo me dicen que agradecen mi paso por la vida de ellos…

Para quienes me conocen saben cuánto aprecio eso, pues todos han recibido de mí sólo sinceridad, honestidad y lealtad, porque hasta cuando alguien me cae mal, eso lo manifiesto abiertamente y sin mentira.

De este lado, SOY YO, quien les agradece cada palabra, cada gesto, cada atención… Uds. Han dejado en mí, huellas imborrables, porque hasta de aquellos que han hecho daño he recibido sabiduría. GRACIAS por las lágrimas de alegría y  tristeza, gracias por momentos, silencios, palabras  y gestos… Son 32 años muy bien llevados y sobretodo llenos de mucho amor. Sí soy hoy alguien feliz, agradecida y amada, es porque eso he recibido eso de Uds.

De mi parte que DIOS LOS BENDIGA y siempre les regale Salud, Amor, Fe, Confianza y mucha Alegría.

jueves, 28 de febrero de 2013

AMOR AL ESTILO 7 8 9 10


Conocerte fue algo que siempre había imaginado y como sabemos la imaginación no tiene límites, no tiene espacios, sólo tiene puentes.

Desde pequeña había soñado contigo, antes incluso de saber quién eras, ya formabas parte de mí, parte de mi futuro y de las cosas que quería tener en mi vida. Conocerte ha sido, no una experiencia, conocerte, cambió mi vida.

Cuando tenía alrededor de 5 años, sentí una curiosidad dentro de mí, algo estaba creciendo conmigo, pero no sabía que era, esa curiosidad no era más que un “7 8 9 10”… Sin embargo, aún no sabía que era, aún no sabía que significaban esos números, ya que esos números sólo hoy, 26 años después, es que cobran sentido.

Este sentimiento, así como muchas cosas en mi vida, cayeron en un largo período de hibernación y a la edad de 22 años volvió, despertó y hoy me acompaña, me arropa, me atrapa y no me deja.

Amor es una palabra corta para el significado que tiene, amor son cuatro letras, son cuatro puntos cardinales, y es por ello que hoy aquí te dedico esta maravillosa carta, ya que como sabemos, no basta con sentir, debemos expresarlo para que sea una realidad.

Con unos zapatos de goma, con unas pocas compañeras de clase y una incomparable Profesora, mi camino en el Flamenco por fin comenzaba. Esa incertidumbre, esa curiosidad, ese sentimiento por fin cobraba vida. Ese primer día me enseñaste que amor no sólo se siente por alguien, amor es algo tan puro y perfecto que lo podemos sentir también por algo como tú.

A lo largo de estos ya casi 10 años, puedo decirte que no ha sido fácil estar de tu lado, ya que como doctrina me has llevado a límites que no imaginaba y sobretodo como arte has desarrollado en mí,  sentimientos encontrados. Sólo te pondré un simple ejemplo, cuando te conocí, tenía tanto miedo de quien  era, que no podía ni verme en el espejo en las prácticas, ya que ese reflejo no era yo. Suena absurdo, pero es cierto. También tenía miedo de expresarme como soy, porque no sabía sí era correcto o no. Era tal mi pánico a conocerme que cuando por el nivel que tenía, debía de ir más allá de la técnica, te abandoné por miedo, por miedo a que los demás pudieran ver a través de lo que hacía en las tablas, quien en realidad era yo; alguien sensible, vulnerable y muy débil. Así que huí, preferí quedarme sin ti, antes que cambiar.

Dos años después, y como todos sabemos que pasa en la vida, estando tranquilos, sin mucho que pensar y cuando menos lo esperamos algo hizo click y sentí que ese vacío no era más que falta de mis tablas, falta de ese compás que aún no sentía por completo, pero hacía que mi corazón latiera más fuerte cada vez que lo escuchaba. Allí corroboré que las mariposas en el estómago, los nervios, las manos sudorosas, la taquicardia, la emoción, no sólo la sentimos al amar a alguien, también podemos sentirla cuando realmente amamos lo que hacemos y en mi caso, aún no sea profesionalmente, sino más bien con miedo y con pena, cuando hago Flamenco.

Amor no sólo es compartir momentos bonitos, amor es crecer en momentos difíciles, amor es entenderse para poder entender el otro, amor es sentir sin miedo, sin pena y sin reserva, amor es encontrarse, amor es visualizarse fuera y no encontrarse.

Flamenco mío, puedo decirte que hoy por hoy el 7 8 9 10 no es sólo un cierre de un compás, es algo que marca mi hoy y espero que mi mañana, ahora es parte de mí.

Te agradezco por enseñarme a crecer a tu lado, por hacerme entender que debemos mirarnos y reconocernos en lo que vemos, por llevarme a extremos internos tales que luego de colapsar salí airosa y nueva, por estar en mi vida para darme compases que me hacían olvidar un corazón roto, pero sobretodo por desarrollar en mi esa confianza, ese interés desinteresado y esas ganas de amar la vida.

PIES DESCALZOS


El último domingo del mes de Febrero de 2012, finalizando el Invierno Jerezano, al salir de mi MARAVILLOSA clase de Bulería de Jerez con Angelita Gómez y en vista que TODO permanecía completamente cerrado, me dispuse a turistear sin planificación (así como lo hice mis 17 días en la Ciudad de Jerez). Tomé un autobús sin rumbo y conversando con el conductor del mismo y bajo su recomendación, decidí irme a conocer el Puerto de Santa María. El tren tardaría en llevarme allá aprox. 10 min.

En ese domingo cualquiera y sin siquiera imaginarlo, puedo decirles que al llegar al Paseo del Puerto de Santa María experimenté Amor a primera vista. El clima estaba no muy frío, no había mucho sol, había un delicioso olor a mar, no había oleaje fuerte, no había mucha gente, en resumen, era para mí, la combinación perfecta.

Pensé en quedarme sentada en los bancos del Paseo, pero ir a la playa y no caminar en la arena, es como tirar mi esencia de la playa por la borda. Así que me dispuse a caminar por la playa, sin prisa y disfrutando del aire marino en un clima de invierno.

Luego de un rato, sólo 5 min que parecieron eternos ya que me encontraba en un letargo de enamorada, me quité los zapatos y allí caí por completo dentro de un amor total y rotundo… Sentir la arena fría entre mis pies fue algo mágico.

Para los que no saben, dentro de mis infinitos defectos está disfrutar el estar descalza. El que mis pies estén en contacto directo con la grama, la arena, las alfombras, el piso mojado cuando llueve, son algunas de las sensaciones que aún siendo adulta, disfruto como si fuese aún infante (recuerden que soy como Peter Pan, me niego a crecer).

Este letargo de enamorada duró horas, y en donde sentada en la arena fría, no hubo frío, no hubo hambre, no hubo soledad, no hubo más nada sino una mente completamente en blanco, un cuerpo disfrutando de mariposas en el estómago y unos pulmones que se llenaban de aire marino.

Lo que comenzó como un día cualquiera, terminó siendo una inolvidable experiencia.

En este escrito les demuestro que las cosas no planificadas y en muchos casos sencillas, son  aquellas experiencias que se dan sin esperarlas, son aquellos momentos que vivimos sin imaginarlas, y pueden ser aquellas que marcan la diferencia, nos hacen felices y sobretodo cambian nuestro rumbo en la vida de una forma u otra. Aprendamos a disfrutar del momento, ya que el lujo, no siempre va de la mano con lo que mejor recordamos. Son aquellos pequeños detalles los que son invaluables, imborrables e inimaginables.

miércoles, 27 de febrero de 2013

LA CARRERA DE LOS AUTOS LOCOS


Hace aproximadamente 5 años estaba viviendo la maravillosa experiencia de aprender a conducir. Entre apagones, cornetazos, nervios y piernas dormidas el aprendizaje que muchos viven a los 18 años o incluso antes, a mí me llegó a los 27.

Mi ruta de aprendizaje fue entre el Cafetal, Los Naranjos y el Pueblo del Hatillo, en la Ciudad de Caracas. Esas curvas, subidas e infinitos apagones, así como mi tan marcado defecto de querer las cosas bien hechas, han hecho de mí una conductora muy cuidadosa (o eso es lo que pienso).

Cuando las cornetas sonaban al apagarse mi carro, cosa que ocurría en cada semáforo en rojo, en cada subida, en cada parada, los nervios o ansiedad nunca me invadieron y hacía caso omiso a esas aturdidoras y atorrantes bocinas que los conductores insistentemente tocaban, imagino esperando encender el carro por mí a través de ellas. Lo que para unos es un chiste (toquémosle la corneta a la nueva), lo que para algunos pueda ser un tiempo perdido (a esta nueva de adelante se le apagó el carro), lo que para unos es una incomodidad (la que maneja seguro es mujer), para otros puede ser un momento difícil, lleno de tal nerviosismo en donde el cuerpo puede llevar a bloquearse por completo.

Tocar corneta cuando el de adelante no arranca antes que el semáforo cambie a verde, molestarnos cuando al de adelante se le apague el carro, intentar sobrepasar al lento que viene antes de mí y para ello “comerme la flecha”, es sólo alguno de los síntomas que podemos ver en las calles. Aquí sólo nombro los más comunes e inocentes que he visto en mi poco tiempo tras el volante.

Ser conductor no es algo sencillo, y no lo digo por estar manejando un vehículo. Ser conductor y la responsabilidad que conlleva es, reconocer que hay otros en la vía, que hay peatones que tienen su espacio y lugar para cruzar la calle, es saber que el semáforo tiene 3 luces y que amarillo no es “conduzca más rápido”, es saber que el hombrillo no es el canal más rápido en las autopista, es incluso disfrutar al momento de hacerlo.

Aunque suene tonto e incluso cursi, pienso que cuando nos detenemos en estos detalles y respetamos, estamos de una manera muy sencilla colaborando para que las cosas mejoren. Cuando respetamos la luz del otro, el espacio en la vía, damos paso, estamos construyendo conciencia. Una ciudad, un país, incluso el mundo en el que vivimos no se construye de un día a otro y son estas mínimas cosas las que marcan la diferencia.

Así que les invito a que disfruten su tiempo al manejar, pero respetando las señales, al peatón, a los otros conductores y sobretodo a quienes llevamos con nosotros en el vehículo.