martes, 13 de marzo de 2012

Amor a las TABLAS!!!!!! - Sabor Flamenco

Quienes me conocen saben que desde siempre el amor a las tablas y a la música ha estado en mi. Es una reacción automática, como respirar, como el latir del corazón, como el parpadeo; son acciones y reacciones tan naturales que no nos damos cuenta que están allí.

Mi vida en la música comenzó desde antes de recordarlo, actos escolares en donde no sólo me aprendía 3 bailes a la edad de 4 años, sino que me aprendía el de los demás también.

Mi madre, con ese maravilloso ser que tiene, siempre supo mi inquietud y mi amor, por ello me inscribe a la edad de 5 años en Danzas Venezuela de Yolanda Moreno en donde me desarrollé dentro de la Danza Nacionalista por alrededor de 10 años. Ese contacto con nuestro ritmo fue una bella manera de conocer la música y el baile, pero sobretodo la disciplina y el respeto que merecen las tablas. Dentro de Danzas Venezuela, cuando tenía alrededor de 7 años, escuché por primera vez algo llamado Música Flamenca, algo que era desconocido, pero que sin saberlo me llamaría desde adentro, como el primer amor, sabes que sientes algo, pero no sabes que es, sabes que sientes vacío, pero no sabes si es emoción o nervios o ambos al mismo tiempo. Ese sentimiento quedó temporalmente dormido, como el oso que hiberna en invierno.

Al llegar a mi adolescencia, el estar bailando no era del todo lo que quería, necesitaba la música en otro contexto y que mejor manera que meterme en la Banda Show del Colegio donde estudié, fueron unos 5 años maravillosos, llenos de experiencias y de muchos recuerdos.

Ya en la Universidad, un adulto precoz apagó por completo el hambre de tablas y se concentró en crecer profesionalmente, y así me gradué de Contador Público a la tierna edad de 22 años. Orgullo de mi madre y mío propio.

Dentro de mi adultez y mi ya independencia económica, algo comenzaba a despertar, una inquietud sin sentido, el oso estaba despertando de ese invierno que parecía eterno. Es allí cuando comienzo a buscar sin saber por qué y sin querer saberlo, academias de flamenco. Dentro de la búsqueda aparecieron varias, llamé a 2. La segunda persona que me atendió me transmitió paz, esperanza y respeto, es por ello que cuadré para conocer la academia. Al cruzar la puerta del Estudio de Flamenco Adriana Dobarro, respiré un aire no sólo de amor, sino de respeto por el flamenco y por las personas que pertenecían a ese pequeño espacio.

La música flamenca, amada por algunos y respetada por pocos, fue causando en mi, ciertas exigencias personales y emocionales que no tuve el coraje de sobrellevar y es por ello que por miedo me aparto casi 2 años de ella. Al volver, ese fantasma aún vivo fue yéndose poco a poco hasta desaparecer del todo y dejándome el tesoro más grande, amor sincero y sin miedos, pero lo más importante aceptación personal.

Pocos realmente pueden entender como el FLAMENCO puede causar tanto en mí, muchos critican por no saber, algunos sólo prefieren ignorar que existe… Para todos los que lo aceptan y los que no, sólo puedo decir que el verdadero amor no tiene sentido y que ninguna relación es perfecta, pero sólo aquella que supera los miedos es la que realmente debe mantenerse en tiempo.

Doy las gracias a Adriana Dobarro por llevarme siempre de la mano, tenerme paciencia, pero sobretodo por recibirme nuevamente luego de haberme ido. Ese amor y respeto que ella día a día nos transmite, son de más valor, para mi, que el mayor de los diamantes en el mundo.

A aquellos que les gusta el flamenco, los invito a degustarlo y a digerirlo como si fuese la mejor de las bebidas, la más exquisita comida o como si fuese el dulce más placentero. Para aquellos que no les gusta o sencillamente no lo entienden, sólo les recomiendo que busquen dentro de la gama de música que tenemos algún ritmo que les haga ser Uds., en donde se identifiquen y sobretodo donde puedan ser libres.