viernes, 14 de octubre de 2011

Memoria Gustativa

Yo soy una persona que relaciona sabores a experiencias vividas... Al probar estos "sabores" recuerdo situaciones, climas, fechas, personas, olores, en fin, me transporto en mi máquina del tiempo personal a situaciones particulares que marcaron en mí un buen gusto o un sinsabor.


Hoy me vienen a la mente 2 capítulos de mi niñez que quiero compartir con Uds.


El primer recuerdo que me viene a la mente es que estando pequeña, debía mi madre, Teresa Moreno, hacer una travesía en transporte público, desde El Paraíso a La Florida,  Martes y Jueves para llevarme a mis clases de Danzas, sin excepciones y sin faltas. En algunas ocasiones, al salir de clase y antes de tomar la jornada vial de retorno, mamá me compraba un "raspao de kolita". Esta maravillosa recompensa anticipada hacia de mi largo retorno algo sin importancia... Hoy, 25 años después, al comerme un raspao de kolita, evoco a una niña gordita con sus cabellos bien ajustados en un moño rosado de bailarina, medias pantys rosadas, sus mallas azul cielo y su enagua blanca, saboreándolo en la entrada de una casa muy grande con unos árboles de mangos del lado izquierdo de lo mas imponentes y con dos opciones de entrada para el salón de clases y en donde había un clima particularmente delicioso, ya que era la hora de despedir el día y darle la bienvenida a la noche... 


El otro sería el recordar a La Sra. Marruca, una vecina maravillosa que vivía a 3 casas nuestras en Valera; en su patio tenía un árbol gigante de pumarosa. Ella me llamaba cuando la mata daba frutos por ser su nuera, relación que dudo el día hoy ya que su hijo Ivan tenía alrededor de 20 años y yo apenas llegaba a los 4 años. Este árbol tenía en su tronco una maravillosa orquídea lila, esa imagen era mágica ya que el contraste que hacia el morado con el marrón, era más que perfecta. Lo que separaba el patio de la parte trasera de la casa era una media pared seguida de una mesa de madera rústica de al menos 20 comensales, al sentarse allí, podías sentir una brisa de frescura sin igual. Esta casa me transmitía amor, paz, tranquilidad, serenidad y luz. Al comerme, y después de tanto tiempo, una pumarosa recuerdo ese abrazo de la Sra. Marruca lleno de amor, recuerdo esa brisita, esa orquídea, esa paz.


Al compartir con Uds. estas dos experiencias y sensaciones pueden notar que la cocina y la comida para mí no es sólo prender un fogón o tomar un trozo de algo y masticarlo, para mí es algo que se pierde en el infinito y que transporta a lo incomprensible. Es sencillamente algo que sólo puede compararse con el Valor del Infinito.