domingo, 17 de julio de 2016

LA CORTESIA, SI VALE LA PENA

En el Colegio me enseñaron las Normas del Buen Hablante y las Normas del Buen Oyente. Las mismas fueron repetidas casi a diario por 6 años dentro de esas aulas. Así mismo, en casa, mi madre era un vivo ejemplo en la práctica de ellas. Crecí con todos a mi alrededor diciendo “Buenos días”, “Permiso”, “Por favor”, “Disculpe” y “Gracias”, entre tantas otras. Para mí, era algo cotidiano y normal. 

Hoy, y con mis 35 años, puedo decirle que esas  palabras,  normas y muchas otras prácticas, me hacen alguien cortés y/o educado, y me siento muy orgullosa de serlo.

En la actualidad, el ser “educado” puede ser una ofensa para muchas personas, me han mirado mal por ser respetuosa y muchas veces he sido víctima de desplantes ya que esa “cortesía” se considera una herramienta para humillar o para burlarse de los demás. Sin embargo, a pesar de todo lo vivido, mantengo esas bases que tanto se adentraron en mi ser. Esas normas, esas palabras y ese trato son parte de lo que soy.

El día a día de nuestras vidas ha cambiado tanto, que siento que aunque estoy en mi país, hemos dejado que se pierda parte de la esencia del mismo. Escuchar y leer a alguno que otro de nuestros representantes internacionales y nacionales, es una total y absoluta vergüenza. Ver que nuestro país, nuestro hermoso país, está siendo dirigido hacia el irrespeto a nuestra lengua, a una violación a nuestras buenas costumbres y a una casi extinción al ser en general, me llena de terror absoluto, ya que no somos eso.

Invito a todos aquellos que se aprecien un poco, y se respeten a sí mismos, a mantener nuestras bases de buenas costumbres vivas, a incrementar el número de personas educadas, a diferenciar lo que es un insulto de lo que es amable, pero sobretodo  a siempre dejar por alto nuestro país. Ya tenemos bastante con todo lo que vivimos, como para convertirnos en seres que sólo viven del insulto, las malas palabras y los malos tratos.

Para concluir les diré algo… La educación, lo cortés, la amabilidad y  las buenas costumbres, no vienen de la mano con un título y lo más importante, no se obtienen, se aprenden. 


Le doy gracias a mi madre, ya que aunque a duras penas puede escribir, es la persona más educada que conozco. Ella es el vivo retrato de que lo cortés no se compra con dinero y no se consigue en un título.

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